Visitas Guiadas Educativas


"La educación es un acto de amor, de coraje; es una práctica de la libertad dirigida hacia la realidad a la que no le teme, sino que busca transformarla por solidaridad, por espíritu fraternal.”


Paulo Freire


“La educación, como práctica de la libertad, implica la negación del hombre aislado del mundo, propiciando la integración.”

Topía


lunes, 11 de mayo de 2020

Problemas eran los de antes


Damas de principios de siglo XX, 1906, paseando por un parque ubicado en Córdoba al igual que lo acostumbraban las damas de Buenos Aires en el Partido de Almirante Brown.

Foto perteneciente al Archivo General de la Nación. Publicada con fines educativos.

AGN_DDF/ Caja 3023, inv: 159767.





Problemas eran los de antes




Por Prof. Silvia Roxana Leys




          Vivir durante fines del siglo XIX  o de la industrialización y el comienzo del siglo XX o de la vanguardización, no era tan sencillo para las damas y caballeros de entonces. Eran ricos entre pobres y no había opción posible para cambiar las circunstancias que marcaban aquel momento de la historia social y económica. Indudablemente, la vida política era para los más privilegiados. En consecuencia, todos no eran importantes.

          El que nacía siendo parte de la élite tenía la oportunidad de seguir siéndolo y lamentablemente, los pobres no tenían ninguna posibilidad de cambiar para mejorar a futuro, es decir, no existía todavía en la República Argentina la clase media, esa que compró lotes en nuestro Partido de Almirante Brown e hizo posible el engrandecimiento de los pueblos y ciudades.

          Por lo dicho anteriormente, parecería que los ricos disfrutaban de sus vidas sin problemas, y en cambio, los pobres los adquirían a raudal. No obstante, esto no es cierto. Por ser todos personas, con sus defectos y virtudes si no tenían problemas, algunos, los buscaban.    

          A través de los diarios de la época descubrimos que lo que ahora es risueño o no, era un gran problema de la alta sociedad.

          En primera instancia, las damas en particular se quejaban de los caminos de tierra puesto que el tránsito de los carruajes les provocaba llegar a destino cubiertas de polvo y lodo, hecho que se encrudecía especialmente en domingo cuando usaban sus vestimentas más lujosas, delicadas para la Misa principal de la semana y los paseos por la Plaza Almirante Brown que también encontraban descuidada.  Destaquemos que en aquel entonces el Pueblo de Almirante Brown poseía varios pantanos. Uno se encontraba sobre la calle Nother ubicada para delimitar la Plaza Rosales; otro sobre la calle Castelli, próximo a la misma; y el más problematizado en el costado sur de la Parroquia San Gabriel. La intendencia no daba a basto con tantas quejas que llegaban al despacho del Intendente y Juez de Paz.  Por esta causa, se resolvió acabar con estos inconvenientes decretando cubrir todos los pantanos mencionados, según el diario La Razón del 20 de octubre de 1901. Además, se dio comienzo a la colocación del empedrado al costado de la Parroquia San Gabriel donde estacionaban los carruajes debido a la iniciativa de Esteban Adrogué, según el diario La Razón del 26 de octubre de 1902.  

          En segunda instancia, los vecinos en general se quejaban de los olores nauseabundos que emanaban los mataderos ubicados en proximidades del micro centro de la ciudad cabecera. Decían que se percibían a diez cuadras de distancia. Recordemos que los suburbios comenzaban a partir de la que es hoy la calle Erezcano.  Pero estas quejas no fueron tomadas en cuenta, por lo que se cerraron debido al devenir del progreso y la urbanización, según el diario La Razón del 26 de enero de 1902.

          En tercera instancia, los vecinos reclamaban el arreglo de la Plaza Almirante Brown debido a su estado general de abandono. Estaban preocupados por el monumento al Almirante Brown y sus placas, ya que solo habían colocado cuatro lámparas incandescentes a sus costados, por lo que la oscuridad ganaba los espacios restantes,  según el diario La Razón del 16 de enero de 1902.  Reclamos que fueron escuchados recién a fines de siglo XX gracias a los gobiernos municipales posteriores al establecimiento de la Democracia, o sea, a partir de fines de 1983. Por lo que en la actualidad se destaca dicha plaza por su belleza, tanto dentro de nuestro país como internacionalmente.

          En última instancia, a los ricos les molestaba los pobres a tal punto que pretendían que no caminaran por los alrededores de lo que es hoy el casco histórico de la localidad Adrogué.  Por lo que resulta increíble que se hayan preocupado en escribir una nota quejándose por eso. La nota lleva por título “Pobres y vagos”, según el diario La Razón del 11 de mayo de 1902. En esta se lee: “…los muchachos vagabundos que pululan por las calles, con sus ropas andrajosas y sus caras desmejoradas por los vicios y las vidas que llevan. Son cuadros estos que deben evitarse en pueblos como el nuestro y que pueden tolerarse solo en las grandes capitales, donde las autoridades son insuficientes para hacer respetar las disposiciones…”

          En definitiva, no se trataba de ser ricos o pobres, los verdaderos problemas eran mucho más profundos que las quejas de vecinos por un bienestar perfecto lleno de comodidades. El problema estaba en no comprender la igualdad de las personas. Se creían con derechos diferentes, a favor de los ricos. ¿Será esta también la razón por la cual se demolió la Parroquia San Gabriel en 1969? Yo creo que sí, para que no quede huellas de tanta opulencia sin sentido. Además, el Vaticano había comprendido sus errores pasados y ofrecía un cambio a través de sus Encíclicas. ¡Qué bueno sería que hayan podido cambiar de pensar antes de morir! ¡Qué bueno si todos tuviéramos la oportunidad de cambiar para bien! Y esto no es de nosotros, es don de Dios, para que reflexionemos las personas…  

           El no poder ver al otro como parte de un nosotros implica que la verdad todavía no haya llegado a nosotros.

         “Bienaventurado los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.”


                                                                  Mateo 5:3 (La Biblia)

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