Visitas Guiadas Educativas


"La educación es un acto de amor, de coraje; es una práctica de la libertad dirigida hacia la realidad a la que no le teme, sino que busca transformarla por solidaridad, por espíritu fraternal.”


Paulo Freire


“La educación, como práctica de la libertad, implica la negación del hombre aislado del mundo, propiciando la integración.”

Topía


sábado, 6 de junio de 2020

Apagando faroles para no ver el incendio


El ùltimo Farol porteño.
AGN_DDF/Caja 489, inv.75916 
Buenos Aires. 
Último farol a gas, situado en la esquina de Avenida del Trabajo y Escalada, 
apagado el 19 de marzo de 1931
Se exhibe en el Museo Histórico Cornelio de Saavedra.
Tango, música de Aníbal Troilo y letra de Cátulo Castillo.



Apagando faroles para no ver el incendio

 por Prof. Silvia Roxana Leys

          En la ciudad de Buenos Aires, durante los siglos XVIII y XIX, la gente tenía por costumbre decir refranes y aplicar motes a cualquier persona o cosa, era muy común y corriente, por lo que todos los seres humanos al igual que cualquier cosa  estaban expuestos a merecer sobrenombres sin pensar en las emociones negativas que podían producir en otros. Además, los varones como se pensaban “cabezas de familias” se los reconocían por sus apellidos y en cambio, las mujeres, por el apellido del cual la habían obligado a casar, es decir, eran una cosa más en los bienes de un don. Sin embargo, eso no quiere decir que no haya habido mujeres con agallas para no soportar imposiciones y rebelarse. Muchas son las que hicieron historia. 
  
          Así, como por ejemplo, Ceballos era “el virrey de los tres sietes”; Cisneros “el sordo de Trafalgar”; la viuda de Del Pino “la virreina vieja”; Pascual Ibañez “el majo”; Francisca Alzaibair de Viana “la mariscala”; Escribano Boiso “siete pelos”; Sra. Ogorman “la perichona”; Petrona Salcedo de Escalada “la gran señora”, etc. Pero en la clase baja de la sociedad era: “el negrito del farol”, “la negra mazamorrera”, “el policía de la esquina”, “el cochero”, “el vigilante”. Ellos sí, no tenían nombre y apellido a destacar.

           Otro tanto sucedía con las casas, calles y locales, es decir, cuando hablaban entre sí decían: “El barrio recio”, “El rincón de las ánimas”,  “El callejón del pecado”, El hueco de ña Engracia”, “El puente de los granaderos”, “Los cuartujos de Borbón”, “La esquina del peligro”, “El almacén del poste blanco”, etc.  Y esto era así, por causa de la iluminación, es decir, alumbrado público.

          La iluminación era deficiente debido a que, los faroles eran de base angosta y altura alargada. Estos contenían una vela de sebo, cuyo pábilo tardaba en arder, los cuales eran encendidos por una mecha. Por eso decían para referirse a la extensión de un determinado tiempo: “hasta que las velas no ardan”. Pero lo cierto es que eran de poco arder y convertían los vidrios en placas negruzcas, de los cuales solo se percibía un debilísimo brillo de luz. Por esa razón, la gente salía poco de noche, ya que invadía el silencio y la soledad. Además, mientras la gente descansaba cada cual en su casa, la vigilancia policial hacía su trabajo en las calles sobre el barro en el invierno y polvo en el verano.

          Además, según un historiador de apellido Pillado sostenía que esta costumbre se agudizaba más en la política o en cualquier circunstancia de la vida social, a través de la crónica de los modernos periódicos, coplas, carteles, volantes,  y sobre todo en las  tertulias.

          Seguramente en los orígenes del Partido Almirante Brown también sucedía lo mismo.  Por eso cuando los vecinos vieron la construcción chata y baja diseñada por los ingenieros Nicolás y José Canale, ubicada sobre el Camino Real, la llamaron “La Cucaracha”.  Luego, antes de que la municipalidad decretara el nombre para numerosos lugares, la gente ya los había nombrado según sus criterios, como por ejemplo Plaza de Bynnon era"la plaza de los perros", "la plaza de los toros", Plaza Rosales era "plaza Sirito", Plaza de Erezcano era "de los ombúes", Plaza de Bouchard era "de Cabour", Plaza Espora era "plaza de las tres pelucas", etc.




En la planta baja del edificio histórico La Cucaracha se exhiben varios objetos museísticos de iluminación usados en el Partido Almirante Brown. 

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